En la era del conocimiento, el valor de la innovación es indiscutible. Salud, comercio, tecnología, industrias, banca, energía, educación, arte, ciencia, y un sinfín de áreas viven diversas transformaciones y desafían el presente. Chile no está ajeno a esta realidad, y es así como hoy estamos en un punto de inflexión y la pregunta fundamental es qué importancia tiene la innovación en la constitución. Por: Hortencia Fritz A.
Hoy, la ciudadanía -a través de sus representantes- encamina un nuevo proceso constituyente buscando reflejar nuevas voces en la carta magna del país.
Para muchos, es un tiempo de reflexión y de encuentro; de análisis y de búsqueda. Un momento para desarrollar de propuestas y, en resumen, una oportunidad histórica para acordar y establecer las bases para el Chile del futuro.
En este marco, recientemente se presentó el volumen 2 de la serie Innovación y Sociedad, realizados por Brinca, cuyo foco es la relación entre Innovación y Constitución*.
Este nuevo informe, preparado en colaboración con Momento Constituyente, presenta la relevancia de la innovación, la ciencia, la tecnología, el emprendimiento y la participación en el proceso constituyente que vive el país, analizando los factores claves en este ámbito, así como diversas aristas que pueden contribuir a comprender el escenario actual y las perspectivas del sector.
Todo ello, mientras el quehacer en torno a la innovación sigue creciendo en el mundo de manera transversal. Salud, comercio, tecnología, industrias, banca, energía, educación, arte, ciencia, agricultura, y un sinfín de áreas viven diversas transformaciones y desafían el presente. Chile no está ajeno a esta realidad, y es así como hoy estamos en un punto de inflexión y la pregunta es qué importancia tiene la innovación en la constitución.
“La innovación es importante en la constitución por tres razones. En primer lugar, porque necesitamos avanzar hacia una economía del conocimiento, más diversificada y de mayor valor agregado, que permita financiar los nuevos derechos sociales que son demandados. En segundo lugar, porque las formas tradicionales de participación ciudadana y representación política están siendo cuestionadas, lo que nos exige pensar en nuevas formas de participación que entreguen legitimidad al sistema”, plantea el sociólogo José Manuel Morales, socio fundador y CEO de Brinca, consultora de innovación corporativa que por más de una década ha impulsado estos procesos en todas las dimensiones de una organización.
“Finalmente, porque requerimos de una nueva institucionalidad que sea más eficiente, digital e inteligente, que modernice su burocracia poniendo al ciudadano al centro, además que fomente la compra pública de innovación. Por todo esto, la innovación es fundamental, tanto en el proceso constituyente como en el resultado que se logre en la nueva constitución”, agrega el profesional.
¿Cómo se conecta la innovación, la ciencia, la tecnología, el emprendimiento y la participación ciudadana, con el proceso constituyente que vive el país?
Hay distintos niveles. Por un lado, está la masa crítica de nuestro ecosistema de innovación, que tiene la responsabilidad de llevar la innovación a la discusión pública, a posicionarla como tema país y entregar sentido de urgencia.
También, están los mecanismos de innovación que han utilizado otros países como consultas vía contribuciones o encuestas (México 2016), a través de consejos consultivos ciudadanos (Finlandia 2010) o mediante plataformas de crowdsourcing para ir iterando los documentos que se van elaborando (Egipto 2012).
Una vez que la Convención establezca su reglamento, va a ser de suma importancia conocer los espacios de participación y, en base a ello, fomentar la participación del ecosistema de innovación nacional en el proceso.
En la primera parte del informe que presentó Brinca, hay un análisis sobre “Los valores de la sociedad chilena y su relación con la ciencia, la tecnología y la innovación”. ¿Cuáles son las principales conclusiones que se observan? ¿Cuáles son las brechas y cuáles son las oportunidades?
En general, se observa la alta valoración que tiene la sociedad chilena sobre la ciencia y la tecnología y cómo ellas hacen que tengan una vida mejor. Ahora bien, existen valores como la independencia o el trabajo duro que son fundamentales para la innovación pero que no tienen mayor valoración en nuestra sociedad. Un dato interesante en esta línea es el que da la Encuesta Mundial de Valores del 2018 al preguntar ¿cuál es el valor más importante para enseñar a los niños? Comparando Estados Unidos con Chile, vemos que el primer país valora 68% trabajo duro y 56% la independencia, mientras que en Chile estos valores se reducen a 28% y 30%, respectivamente.
Entonces, no sólo tenemos que valorar la ciencia y la tecnología como resultado, sino también los valores que hacen posible conseguir esos resultados.
Estamos, sin duda, frente a una oportunidad muy valiosa, ¿cómo la innovación puede promover derechos y deberes?
La innovación es un medio, no un fin en sí mismo. Visto desde esta perspectiva puede ser un método importante para promover derechos y deberes.
En el informe se trata el derecho del agua el cual ha sido polémico el último tiempo por la megasequía que vive el país. Vemos que países como Sudáfrica, Israel y Australia han sido capaces de ir asegurando este derecho a través de innovaciones tecnológicas como la desalinización del agua de mar, la reutilización de aguas grises o la tecnificación del riego en la agricultura.
En el caso de los deberes, el deber de la participación es interesante y debemos pensar más allá de un voto puntual. El uso que le ha dado la Fundación Nesta (Reino Unido) al design thinking es muy interesante al momento de establecer programas sociales, donde la participación se basa en la observación, la empatía y el co-diseño de soluciones con beneficiarios finales. Son sólo algunos ejemplos que nos muestran cómo la innovación puede ir promoviendo derechos y deberes.
En cuanto a las visiones que se observan en los constituyentes respecto de la innovación, ¿qué podemos destacar?
En el estudio revisamos los 155 programas subidos al SERVEL de los convencionales constituyentes electos. De estos, el 75% menciona conceptos como ciencia, emprendimiento o tecnología. La palabra innovación está sólo en el 25% de los programas.
Concluimos que, si bien se valora la creación y aplicación del conocimiento, todavía está la duda sobre cómo ese conocimiento, al ser aplicado, genera un valor económico, social o medioambiental. Vimos también diferencias interesantes entre las listas según los conceptos utilizados. La Lista Independientes No Neutrales privilegia el concepto de innovación, Apruebo Dignidad el conocimiento, Lista del Apruebo lo digital, la Lista del pueblo la ciencia, y Vamos por Chile la modernización.
Este es un hallazgo valioso al momento de deliberación: conocer bien qué entiende cada lista por estos conceptos para buscar puntos de conexión y acuerdo.
Tal como anticipaste al comienzo de la entrevista, la innovación tiene un valor indiscutible para avanzar hacia una economía del conocimiento. Desde tu experiencia, ¿cuál es el sentido de urgencia que tiene este llamado?
La verdad es que todavía muchos creen que la innovación es un deseable, cuando la verdad la innovación es un imperativo. ¿Cómo vamos a resolver la escasez de agua potable en contexto de megasequía? ¿Qué vamos a hacer con los relaves mineros donde la tendencia es que la industria extractiva avanza hacia las zonas más pobladas del centro y sur del país? ¿Cómo vamos a recuperar la legitimidad en nuestras instituciones públicas? ¿Cómo vamos a generar mayores niveles de cohesión social en un contexto de desconfianza generalizada?
Estamos hablando de desafíos del presente que se irán agudizando en el futuro. Necesitamos de mucha innovación, basarnos en las nuevas tecnologías, fomentar un cambio cultural.
*El informe completo se puede descargar en https://brinca.global/innovacionysociedad/
