LA IA ES COMO LA SAL

Por Rafael Cereceda, académico Facultad de Ingeniería y Ciencias UAI

¿Le falta sal… o está desabrido? La clave para mirar los problemas con creatividad.

A veces la inspiración llega al lugar más inesperado: el plato de comida.

Estás comiendo unos tallarines, das el primer bocado y sientes que algo no cuadra. Entonces dice: “le falta sal”. Pero podría ser otra cosa: quizás los fideos estén simplemente desabridos.

Puede parecer un detalle menor, casi anecdótico. Pero la diferencia entre esas dos frases es profunda. Una te enfoca en una solución; la otra, en el verdadero problema.

Cuando dices “le falta sal”, ya estás asumiendo una respuesta. Estás cerrando el abanico de opciones posibles para mejorar lo que tienes delante. En cambio, cuando afirmas que “está desabrido”, reconoces una carencia, un síntoma, una oportunidad de explorar. De ahí en adelante, todo se abre: salsa de tomate, queso rallado, hierbas, soja, limón, lo que sea. Y con eso, aparece la creatividad.

Uri Levine, cofundador de Waze, dice: “No te enamoras de la solución, enamórate del problema”. Y tiene razón. En mi experiencia acompañando a cientos de personas con sus ideas, negocios o decisiones de carrera, he notado que muchas veces nos obsesionamos con una solución que hemos demostrado evidente, sin detenernos a observar con suficiente profundidad el problema real que estamos intentando resolver.

Nos pasa en la vida, en los proyectos, en las organizaciones. Nos aferramos a lo conocido, a lo que funcionó antes, a lo que creemos que el resto espera. Pero la innovación rara vez aparece ahí. Las soluciones extraordinarias suelen surgir cuando alguien se atreve a reformular la pregunta.

Y este fenómeno se ha vuelto aún más evidente con la irrupción de la inteligencia artificial. Hoy escuchamos una y otra vez que hay que usar IA, que tu empresa tiene que integrar IA, que la IA es el futuro. Pero, ¿realmente estamos entendiendo qué problema queremos resolver con ella?

Ahí está el punto: la inteligencia artificial no es una solución en sí misma, sino una herramienta que habilita soluciones cuando el problema está bien formulado.

Si no partimos desde el problema, si no lo observamos con profundidad y sin prejuicios, vamos a terminar aplicando IA como quien le echa sal a todo, esperando que mejore el sabor, aunque ese no sea el verdadero problema.

La IA es potente, sí. Pero no reemplaza el pensamiento crítico, la empatía ni la capacidad humana de entender los contextos. Solo cuando esas habilidades están activas, la IA realmente puede aportar.

Observar con atención, preguntar con honestidad, asumir que quizás no sabemos la respuesta. Todo eso requiere humildad y coraje, pero también nos da una enorme ventaja: la posibilidad de descubrir lo que otros no están viendo.

Porque quienes se enfocan en los problemas con mirada fresca —más que en soluciones precocinadas— son quienes terminan generando más valor.

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