MÁS ALLÁ DEL PLÁSTICO: ¿QUÉ LUGAR OCUPAN LAS TARJETAS EN LA ERA DE LAS SUPERAPPS?

Por Albeiro Cortés, CEO de CLAI PAYMENTS

Los métodos de pago se multiplican cada vez más, pero hay una constante, la necesidad de confianza. En un mercado donde las superapps, los códigos QR y las transferencias inmediatas buscan protagonismo, las tarjetas siguen siendo ancla en la banca digital. 


Un café en la mañana, una compra rápida en el supermercado, un pasaje en transporte o una suscripción de streaming, para la mayoría las personas, el acto de pagar ocurre sin detenerse a pensar demasiado. Basta con acercar la tarjeta al terminal, validar en la app del banco o autorizar un cargo en línea. El hábito se ha vuelto tan natural que lo damos por sentado. Pero detrás de esa sencillez hay una historia más profunda: la forma en que cambian nuestros comportamientos de pago en un mundo donde cada día surgen nuevas alternativas.

Las billeteras digitales crecen, las transferencias inmediatas se normalizan y las superapps prometen concentrar en un solo lugar pagos, compras, movilidad y entretenimiento. Aun así, en medio de este ecosistema en transformación, las tarjetas (físicas o virtuales) siguen siendo el pilar de confianza que sostiene la vida financiera cotidiana.

De acuerdo con el Banco Central de Chile, el 74 % del consumo de los hogares en el primer semestre de 2025 se pagó con tarjetas1, con el débito predominando en las compras diarias. Y en el comercio electrónico, la tarjeta de crédito sigue concentrando la mayoría de las transacciones, muy por encima de los métodos alternativos. Esta vigencia no es casual, sino que responde a la capacidad de las tarjetas de adaptarse y coexistir dentro de un ecosistema digital cada vez más diverso.

Por eso, la conversación no debería plantearse como tarjetas versus superapps, sino como una relación de complementariedad. Las aplicaciones ofrecen conveniencia, integración de servicios y experiencias ágiles; las tarjetas aportan respaldo institucional, redes globales y estándares de seguridad que han demostrado resiliencia durante décadas. Es una relación simbiótica donde las superapps utilizan a las tarjetas como medio de fondeo, y estas ganan valor al integrarse de forma invisible a las experiencias digitales multicanal.

Para la banca, esta evolución representa una oportunidad única. La tarjeta ya no es un producto aislado que se entrega y se activa días después: hoy forma parte de un proceso inmediato y personalizado que eleva la experiencia del cliente y optimiza la operación. La emisión instantánea de tarjetas físicas y virtuales, activables en tiempo real desde sucursales o canales digitales, redefine la incorporación de los clientes y acelera el uso de productos financieros. Y un core de tarjetas moderno permite adaptar límites, alertas y diseños según cada segmento, convirtiendo a la tarjeta en una plataforma estratégica y flexible.

En este contexto, la rapidez con la que un cliente recibe y activa su tarjeta virtual o física es tan decisiva como la seguridad que percibe al usarla. Nadie quiere esperar días para empezar a operar, mucho menos si vivimos rodeados de ofertas y oportunidades para gastar nuestro dinero. La expectativa es inmediatez, igual que en cualquier app digital. Cuando los bancos logran ofrecer esa experiencia ágil, no solo fortalecen la relación con sus usuarios, también demuestran que pueden competir de igual a igual con los nuevos jugadores nativos digitales, sin sacrificar la solidez regulatoria que caracteriza al sistema financiero.

Las tarjetas, entonces, no deben verse como un simple medio de pago, sino como la puerta de entrada a un ecosistema financiero seguro, lleno de beneficios, y capaz de convivir con superapps y métodos emergentes. La banca mundial y en particular la chilena enfrenta aquí un reto claro: modernizar su infraestructura para responder a la demanda de inmediatez sin perder su esencia, que es garantizar confianza y acceso.

Ejemplos como EVERYCARD® de CLAI PAYMENTS muestran que esto ya es posible. La emisión instantánea, la activación multicanal y la personalización por segmento permiten que una tarjeta esté lista para operar en minutos, integrada con wallets, apps y redes de pago. No se trata de elegir entre plástico o superapps, sino de construir un ecosistema híbrido, donde ambos se complementen y aseguren que la innovación en la banca digital se apoye sobre bases tan sólidas como flexibles.

En definitiva, el futuro de los pagos no estará definido por quién domine la escena, sino por la capacidad de la banca de construir puentes entre innovación y confianza. La tarjeta, siguien siendo el eje central  y  se convierte en el lenguaje común que conecta generaciones, plataformas y modelos de negocio. Y es allí donde ocurre la verdadera transformación, cuando la tecnología no solo acelera las transacciones, sino que refuerza la seguridad, amplía la inclusión y abre la puerta a un ecosistema financiero más humano y sostenible.

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