CUANDO LA IA AVANZA PERO NO CONQUISTA

Por Carlos González, subdirector de la Escuela de Informática y Telecomunicaciones de Duoc UC y experto en inteligencia artificial

El reciente lanzamiento de GPT 5 por parte de OpenAI volvió a encender la conversación global sobre el futuro de la inteligencia artificial generativa ¿Estamos frente a un salto sustancial?

Analizando el cambio meramente desde lo técnico, podemos indicar que GPT‑5 ha mostrado resultados impresionantes en pruebas estandarizadas de referencia, conocidas como benchmarks, utilizadas para comparar la capacidad y rendimiento de los distintos modelos de IA. En la evaluación de resolución de problemas multimodales (MMMU), que mide su capacidad para interpretar imágenes, gráficos y texto de forma integrada, obtuvo un 84,2% de precisión. Esta cifra lo posiciona por encima de modelos como Gemini 2.5 Flash y Claude Opus 4.1, y técnicamente empatado con Copilot.

Por otro lado, en pruebas como la American Invitational Mathematics Examination 2025, GPT‑5 alcanzó un 94,6% de capacidad resolutiva, superando con creces a Gemini (61,6%). En codificación autónoma —capacidad para corregir y actuar sin intervención humana—, GPT‑5 y Copilot registran un 74,9%, apenas por encima de Claude (74,4%) y muy por delante de Gemini (50%).

Pero no todo son luces. Las sombras de GPT 5 son también dignas de análisis. Primero, la eliminación de modelos anteriores generó una respuesta negativa tan masiva que OpenAI tuvo que retroceder. Segundo, la supuesta “revolución” no se siente. Para muchos usuarios las mejoras no son perceptibles: el tiempo de respuesta es similar y las llamadas “alucinaciones” (errores de contenido) siguen presentes, incluso en áreas donde GPT 4o parecía más preciso. El modelo es más inteligente en teoría, pero es menos útil en la práctica.

Tercero, las restricciones de uso en la versión gratuita lo vuelven menos accesible que otras opciones del mercado, algo que lo aleja del espíritu democratizador que alguna vez tuvo la IA generativa. Mientras otros actores están abriendo sus modelos, GPT 5 parece volver al modelo cerrado, restrictivo y elitista.

Y quizás el punto más discutible es que, pese a la promesa de un gran salto evolutivo, aún no está claro si GPT‑5 representa un avance sustancial o un paso en falso. Lo más inquietante es que la percepción de retroceso no proviene solo de analistas técnicos, sino de los propios usuarios, que han hecho sentir su desilusión en redes sociales. Muchos coinciden en que GPT‑5, aunque más capaz en teoría, se siente más genérico, más lento y menos cercano que su antecesor. “Siento que perdí a mi compañero de trabajo digital”, escribió un usuario en X.

GPT-5 confirma que la inteligencia artificial sigue avanzando. Si bien aún enfrenta desafíos en accesibilidad, cercanía y experiencia de uso, no cabe duda de que representa un hito técnico que abre nuevas posibilidades para la investigación, la productividad y la creatividad. El verdadero reto no es solo superar benchmarks, sino transformar esas mejoras en beneficios concretos para las personas. En ese camino, GPT-5 puede entenderse no como una meta definitiva, sino como un paso fundamental hacia una IA cada vez más poderosa, confiable y significativa para la sociedad.

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