En el año 2021, el Gobierno de Chile, a través del Ministerio de Energía, lanzó el Plan Nacional de Eficiencia Energética 2022 – 2026. Una ambiciosa estrategia que busca llegar a la “carbono neutralidad” en 2050. El primer hito para conseguir este objetivo pasa por reducir la intensidad energética un 6% para 2026 (una disminución que tendría como referencia los datos de 2019) y un 15% en 2030.
Vayamos por partes. El concepto de “intensidad energética” se refiere al valor del consumo de energía de un país dividido por su PIB. De esta forma, se obtiene un indicador de cómo utiliza esta energía dicha nación; es decir, si es eficiente o no. Chile ha ido reduciendo, progresivamente, este valor; pero aún se mantenía por encima de la media de la OCDE cuando se redactó el Plan, por lo que son necesarias acciones al respecto.
Entre los diferentes ámbitos, para los que se planificó implementar medidas, están el del transporte, ciudadanía, edificaciones y, obviamente, el de los sectores productivos (especialmente, en todo aquello que se refiere a los grandes consumidores). Por tanto, no nos hallamos ante una tarea sencilla, ya que es preciso equilibrar la necesidad de desarrollo y crecimiento con un deseable nivel de consumo energético.
Se trata de crecer sosteniblemente, sin perder competitividad internacional ni dejar de cubrir la demanda nacional. A priori, las medidas recogidas en el Plan se referían al establecimiento de indicadores de eficiencia en las empresas, la capacitación de expertos en la materia o la implementación de sistemas de gestión. Pero el paso del tiempo ha propiciado que muchas compañías estén desarrollando sus propias medidas para colaborar con el fin establecido.
Y éste es un aspecto muy relevante, puesto que la industria representa el 40% del consumo total en el país. Por tanto, las iniciativas privadas, junto a la implicación de los organismos públicos, tienen un papel protagonista. Y lo cierto es que podrían estar dando sus frutos. Como ya avanzamos desde este diario hace algunos meses, Chile es uno de los 20 países más eficientes del mundo, según el informe Fostering Effective Energy Transition del World Economic Forum de 2024.
Avances técnicos: ¿reto o parte de la solución?
Entre dichas iniciativas, está el uso de la tecnología y la digitalización para lograr la transición energética plena. ¿Cómo? Existen diferentes ejemplos al respecto, dado que las aplicaciones son muy variadas. Desde sensores que permiten un mantenimiento preventivo y, por tanto, reducen el consumo de la maquinaria, hasta la digitalización en plantas de generación fotovoltaica para que los equipos aumenten su rendimiento, pasando por la utilización de la IA para diseñar estrategias de ahorro.

En este punto, estamos ante un interesante escenario, puesto que llevamos mucho tiempo oyendo hablar de cómo la tecnología es responsable del aumento del consumo por sus propias necesidades. Es el caso de los grandes centros de datos, que operan de forma permanente y generan una temperatura que requiere de potentes sistemas de climatización o del uso generalizado de los dispositivos electrónicos y su carga frecuente.
Actualmente, el acceso a estas herramientas es habitual a nivel empresarial; pero también como particulares observamos la enorme oferta de servicios que están a nuestro alcance. Especialmente con dispositivos como el celular, que brindan la oportunidad de consumir contenidos audiovisuales o encontrar juegos en línea populares en la red; sin olvidar el amplio abanico de opciones de información o la capacidad para realizar diferentes trámites en línea.
El progreso no puede revertirse y la demanda de servicios digitales no va a menguar. Eso sí, la tecnología puede tener un papel muy relevante en la transformación del modelo energético, en aras de cumplir con el ambicioso Plan de Eficiencia. Sin los avances técnicos sería muy complejo poder conseguir modelos de autoabastecimiento con renovables que ya utilizan diversas industrias o el control, mediante sensores de IoT, para el ahorro del consumo y gestión inteligente de los recursos.
También las auditorías energéticas, externas o internas, están ganando eficacia gracias a la digitalización. Y la investigación de nuevas fuentes sostenibles se lleva a cabo con las posibilidades que conlleva la innovación. Por tanto, el nuevo escenario tecnológico representa un reto para conseguir la meta en cuanto a eficiencia; pero también aporta imprescindibles herramientas en el camino del éxito en los objetivos fijados.
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