Por: Cristián Hernández, científico apasionado por el impulso y desarrollo de investigaciones biotecnológicas con alto impacto económico.
Para muchos, claro está, que el salto a la medicina del futuro ya se dio y con la pandemia la transformación solo se está acelerando. Es cuestión de ver cuántos candidatos a vacunas y tratamientos han surgido en tiempo récord.
La primera ola de aplicaciones tecnológicas la estamos viendo en actividades que se pueden realizar de forma remota o con menor esfuerzo; como la telemedicina, que ha permitido la interacción entre pacientes y médicos con el fin de ajustar tratamientos o prestar atención médica a distancia. Lo que ha mitigado el contagio de los profesionales de la salud y de los pacientes de alto riesgo.
Una vez superada la pandemia, los casos de uso que se demuestren más convenientes, e igual de eficaces que las consultas presenciales, seguirán de forma virtual. En medicina general, pediatría, nutrición y psiquiatría se podría profundizar el uso de teleconsultas, pero la decisión final será entre el paciente y su médico.
Es importante destacar que la tecnología no está para reemplazar al cuerpo médico, al contrario, está para asistirlo, potenciarlo y liberarlo de tareas repetitivas o delegables.
La pandemia abrió nuevas puertas para adoptar tecnologías de la información en nuestros sistemas de salud. De hecho, esta semana conocí a los fundadores de una empresa sueca de salud digital que se definen como desarrolladores de soluciones Digitofísicas. En otras palabras, tienen un tratamiento para una gama de trastornos del sueño, donde una parte se lleva a cabo con una App (digital) y otra con la intervención de un profesional de la salud (física). El resultado es sorprendente, 94% de las personas que han seguido este tratamiento logran volver a dormir sin usar fármacos.
Cada vez más, veremos cómo se integran softwares para hacer seguimiento a los pacientes en tratamiento (partiendo con las fichas médicas). Luego se integrarán las máquinas y dispositivos (wearables) para monitorearnos y alertarnos de contagios mucho antes de presentar síntomas.
Por último, se podrán integrar los datos de IoT a través de internet 5G para examinarlos de forma no estructurada, permitiendo acelerar la comprensión de las causas de las enfermedades y evaluar varias hipótesis, sin la supervisión inicial de un doctor.
Chile podría sumarse a esta ola, siempre y cuando se pueda adaptar a los cambios, establecer altos estándares de ciberseguridad, formar al capital humano calificado y definir su posición, como Estado, frente a los planteamientos éticos que surgen de estos nuevos desarrollos.
En otras palabras, ¡no desaprovechemos esta crisis y convirtámosla en una oportunidad!